Manel Surroca, una vida dedicada al arte

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Influencias

Se suele mezclar palabras o hacer juegos de palabras, pintura Antigua, pintura moderna: “que gran equivocación” solo hay una clase de pintura. Pintura Buena. Todos los caminos son Buenos siempre que uno ponga la intención: no se deben hacer las cosas siguiendo un método, no se debe encontrar la manera o sistema de resolver un cuadro, cada uno es un problema distinto, el estado anímico del artista influye mucho, debe ponerse en cada obra todo el amor, toda la fuerza expresiva que uno sea capaz y todo el sentimiento.

Color, color, cuanta razón tenía Van Gogh al decir que el pintor tenía que ser un colorista, al decir pintor me refiero al de mañana. (El día que todos se den cuenta de la belleza del color y olviden el motivo, comprenderán que no todo es forma en un cuadro, aunque no por esto se tenga que olvidar ésta). Quizás después lleguen a comprender algunos artistas. Esta satisfacción que uno siente al poner un color al lado de otro, en hacer vibrar estas masas cromáticas, en hacer cantarín verde, en hacer brillar un rojo, valorar sin ensuciar el color y decir de la manera más natural lo que uno siente, sin torturación ni afecticismo; en una palabra, sencillamente, profundamente, este es mi ideal, otros que busquen por otro lado, da igual, no todas las ideas son iguales. 



MANEL SURROCA


La pintura de Surroca surge de aquel indefectible lugar del espíritu, donde entre palabra, pensamiento música y color, no cabe distinción.

Por esta razón su pintura no denuncia ni provoca.

Con delicadas neblinas y luminosas transparencias, su espíritu se nos acerca murmurante como un silencioso río, entre las entrañas de un oculto paisaje.

Este trabajo realizado en el corazón de los Pirineos está impregnado del misterio propio de las grandes montañas, de los altos árboles, del profundo silencio.

El hombre que lo destila cuando levanta la cabeza no ve las constelaciones, que es lo que el ser Humano debe ver para tener una noción exacta de su dimensión.

Ante tanta grandeza el artista sobrecogido se inclina a meditar, a intentar encontrar en los repliegues más hondos de sí mismo los equivalentes de la magia que lo envuelve.

                                                          


JOAN PONÇ

11 de febrero 1975