Biografía
Manel Surroca i Claret (1917-2007)
Manel Surroca Claret nació en Camprodon el 15 de febrero de 1917, hijo de Remei Claret y Jacint Surroca. Su hermano, Anton, cinco años más pequeño que él murió muy joven, a los 25 años.
Su padre, Jacint, era zapatero y también hacía acuarelas y decorados para el teatro. Los dos hermanos heredaron la vocación de su padre por el arte y la pintura. Manel desde muy pequeño se interesó por el mundo del arte y con solo 12 años empezó a ir a clase de pintura con el ya famoso Darius Vilàs y su hermano lo hizo con Josep Morell.
Su padre siempre los animó en esta vocación.
Cuando estalló en 1936 la Guerra Civil Española, Surroca se marchó solo a París y estuvo allí donde aprendió el oficio de escultor en el taller de Joaquim Claret, que era pariente suyo. Durante muchos años estuvo trabajando la escultura a pesar de fascinarle más el mundo de la pintura, para no tener que competir con su hermano, que pintaba.
En París, la meca de los grandes artistas, él pudo observar de cerca la obra de grandes pintores impresionistas, como Van Gogh, Cezanne, Seurat..., sin olvidar los clásicos.
Durante su estancia en la capital francesa asistió a clases en “L' Acadèmie de la Grande Chaumière”.
Más tarde, después de haberse introducido plenamente en la vida artística y haber podido mantener contacto con grandes maestros de la época de París, en el año 1938 participa en una exposición colectiva en medio de grandes artistas como Roger Chastel, André Derain, Maurice Utrillo, Maurice Denis, Aristide Maillol... siendo él, el benjamín de la exposición.
Surroca en Paris
Paralelamente, para poder ganarse la vida hacía diversos trabajos. De jardinero, de futbolista en el equipo de Saint Germain e incluso en una ocasión hizo de bailador profesional.
Acabada la guerra vuelve a España y se incorpora a hacer el servicio militar a Coruña y León. Más tarde se instala en Barcelona donde entra a trabajar en el taller de Frederic Marès después de haber pasado solamente un curso en la escuela de Bellas Artes, de la cual era director y profesor Frederic Marès. Surroca estuvo casi ocho años en el taller de Marés. Durante estos años, colaboró en la restauración de las tumbas reales del Monasterio de Santa Maria de Poblet (Tarragona) y también del monumento ecuestre del General Prim que se encuentra en el parque de la Ciutadella de Barcelona. Durante este periodo, también realizó algunas esculturas con las cuales ganó diversos premios en el salón de otoño del Círculo de Bellas Artes de Palma de Mallorca.
El 1948 es el año que Manel Surroca abandona el mundo de la escultura para dedicarse al de la pintura. Este cambio de registro artístico ocurre a partir de la muerte de su hermano Anton a finales de 1947. Anton tenía 25 años y estaba, en aquellos momentos, preparando su primera exposición.
Tras su desaparición, Surroca desolado vuelve a Camprodon y se pone a pintar. Frederic Marès ante este imprevisto lo va a buscar y lo anima a participar en el concurso de dibujo del Real Círculo Artístico de Barcelona. Gana el primer premio, remunerado con tres mil pesetas de aquella época, con las cuales podrá comprar todo de utensilios para pintar sus cuadros y dedicarse plenamente a los pinceles y abandonar la escultura.
Será entonces que, en honor a su hermano y aquella exposición soñada que Anton nunca pudo ver, Surroca en febrero de 1949 inaugura su primera exposición en la Sala Rovira de Barcelona. Este hecho fue el preludio de muchas otras exposiciones.
En el taller de Frederic Marès
En el mismo año entra a formar parte del Grupo Lais, en el Real Círculo Artístico de Barcelona. Integrado por: Ramont Rogent, José Hurtuna, Manuel Capdevilla, Santi Surós, Enric Planasdura, María Jesús de Solá, Antoni Estradera, Manel Surroca y el escultor Francesc Xavier Modolell. Firmaron el el Primer Manifiesto Negro, un texto revulsivo en contra del arte oficial y el dogmatismo. Ellos querían provocar la discusión y si era posible el escándalo.
En medio de esta vida tan acelerada, Surroca contrajo matrimonio con Concepció Carbó, la Conxita, en 1950. El padrino de bodas fue Frederic Marès, que fue un hombre clave durante sus inicios en el mundo del arte. Marés le propuso en aquella época trabajar de profesor en la escuela de Bellas Artes. Pero para él, persona autodidacta, el hecho de entrar en la Universidad le parecía un sacrilegio, pero acepta la propuesta y hace de profesor en la escuela.
A partir de aquí la vida de Surroca se dirige exclusivamente a la pintura. Durante su trayectoria gana premios importantes como el “Concurso de Arte del Real Círculo Artístico” en 1954 o el primer premio del “Concurso de Arte del Real Círculo Artístico”, en el año 1956.
Esta etapa soñada entre telas y pinceles finaliza en el momento que, por diversas circunstancias, Surroca vuelve a Camprodon para seguir el oficio familiar, la zapatería “Can Gona”.
El establecimiento era para calzar zapatos, pero la trastienda significaba para el pintor el refugio ideal para descoyuntar sus pasiones. Era la trastienda el rincón físico y espiritual donde hervía la pelea cotidiana del pintor con el pincel, la tela y los fantasmas interiores. Él de esta manera, no rompe el vínculo con el arte y sigue pintando y preparando diversas exposiciones para Dau al Set y sala Gaspar de Barcelona.
La tienda, como zapatería y como taller de artista, también servía como sala de visitas. Joan Ponç, iba a ver asiduamente a Surroca a quien tenía considerado como el pintor mágico. Ponç fue quien reafirmó de manera más clara y contundente los caminos pictóricos de Surroca.
En las últimas décadas de su camino dejó de exponer, pero nunca de pintar. Había nacido con el deseo del arte, de pintar y este afán lo acompañó toda su vida. Surroca siempre decía: “sin pintar me habría muerto”.
Manel Surroca al seu taller de Camprodón